Los niños. Son como maestros de los cuales tenemos muchas lecciones que aprender; son tan creativos y espontáneos. Constantemente estamos a la expectativa de lo nuevo que van a hacer. No deberíamos ponerles más restricción de lo necesario, tal vez solo evitar que se hagan daño.
Son tan libres y sinceros, desinhibidos y felices. Tan faltos de orgullo y llenos de humildad. Son decididos y alegres, tenaces. Tan solo mirarlos te hace sonreír, querer tocarlos y abrazarles. Se nos van nuestras mentiras, miedos, orgullo y rebeldías, nos convertimos en ellos. Niños grandes con la misma necesidad de amar y ser amados. Es tanto lo que necesitamos aprender de ellos, y tan poco el tiempo, que mientras crecen, se van pareciendo cada día mas a nosotros los adultos, hasta convertirse en uno. Son tan buenos, que se despojan de sus virtudes para cada día mas parecerse a nosotros. Deberiamos ser nosotros los espejos, para que ellos se miren en nuestros rostros y se encuentren a ellos mismos, y no nosotros encontrarnos en el de ellos.