Si quiero que tú, Dios, seas Dios, ciertamente debo dejarte serlo. Pero, ¿cómo logro hacer eso?. Me han dicho que eres amigo, mi amigo. Un Dios de imposibles, mi amigo, un Dios perfecto, mi amigo, que me sirve antes que exigirme, mi amigo. Pero, ¿cómo mi amigo?, ¿acaso tendríamos algo en común tú y yo?, ¿o qué buscas tú, tan perfecto, dentro de mis imperfecciones?, tú que sabes de perfección, ¿qué tan perfecto es, que lo perfecto habite lo imperfecto?, ¿qué no será una imperfección este hecho?. O tal vez es eso un simple signo de cuan perfecta es tu amistad.
Apenas he logrado entender, que entre ese dilema, se cuese la clave de nuestra amistad. No es lo que nos falte o sobre entre nosotros, sino simplemente estar.
Si quiero que tú, Dios, seas Dios, ciertamente debo dejarte serlo.